REPÓKER DE CAMPEÓN

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CAMPEÓN DEL MUNDO (18-12-2011)

lunes, 30 de abril de 2012

La peor semana de la era Guardiola



He de pedir disculpas por no haber escrito desde hace una semana. He de pedir disculpas por lo que me costó asumir la derrota del pasado martes en la Liga de Campeones ante el Chelsea. Estuvimos dentro durante dos minutos. Hicimos lo más complicado: levantar el resultado ante un equipo que no vino a jugar, sino a encerrarse y dejar pasar el tiempo desde el calentamiento. Y lo dejamos escapar. Era el segundo disgusto consecutivo en casa. Sin embargo, la reacción del público el pasado martes deja bien claro que este equipo, este Barça de Josep Guardiola i Sala, ha cambiado la mentalidad del aficionado culé, ojalá que para siempre.
Pocos sospechábamos que el jarrazo de agua fría frente a los ingleses no iba a ser el último de una semana para olvidar. Desde mi punto de vista, la peor semana como culé desde el año del pasillo. En efecto, a quedarnos sin Liga y Champions, los dos grandes títulos de la temporada, se unió el golpe más duro: que nuestro entrenador, nuestro santo y seña, comunicara que, finalmente, los que quedan son sus últimos partidos al frente de nuestro Barça, de su Barça. Una decisión que todos debemos respetar, porque el genio de Santpedor se ha ganado de sobras su derecho a decidir cuándo poner punto y seguido a esta etapa. Sí, punto y seguido, ya que estoy segura de que, cuando su Barça lo necesite, volverá a acudir a la llamada, porque es uno de los nuestros.
Yo siempre había confiado en que se quedaría al menos un año más. En mi optimismo exacerbado, hice caso omiso a los "indicios" de que se acababa su brillante etapa dirigiendo al Barça. Para mí, que el club hubiera renunciado a la gira veraniega, que los jugadores hubieran pegado ese arreón final por la Liga desde el descalabro de Pamplona y, sobre todo, que se finalizara la campaña sin levantar ninguno de los dos títulos importantes eran signos inequívocos de que Pep renovaría. No quise ver la cruda realidad: si hubiera querido quedarse, ya habría firmado; y, sobre todo, las decisiones sobre el futuro del club estaban siendo ejecutadas básicamente porque ya estaba decidido su reemplazo: Tito Vilanova.
He de decir que me pareció absolutamente brutal el dominio desde el punto de vista de la comunicación desplegado por el F.C. Barcelona el pasado viernes. No sólo porque el mejor entrenador de nuestra historia obtuvo el merecido reconocimiento de todos los estamentos del club (jugadores, directivos...), sino por el golpe de efecto que supuso el nombramiento del nuevo técnico. Desde la tarde anterior (por lo que yo pude "pulsar" a través de las redes sociales), el desánimo cundió entre los aficionados que ya íbamos asumiendo la marcha de Pep. Era como si con su partida se acabara el Barça. En unas horas, cinco o seis candidatos se postulaban para sucederlo. Para evitar más especulaciones, acabar con la incertidumbre y demostrar, a la vez, una gran madurez deportiva (la solución, una vez más, la buscaremos en casa), Sandro Rosell anunció el nombre del elegido. Todos aquellos que habían afirmado que Guardiola se marchaba por la enfermedad de su alter ego quedaron con el "culé" al aire.
¿Y ahora qué? Pues orgullo y amor propio. Eso es lo que ha demostrado el Barça de Pep en Vallecas. Sin jugarse prácticamente nada, salvo premios individuales, como el zamora (yo sabía que Valdés ya no jugaba más y, además de preparar a Pinto para la final de Copa, se lo aseguraría), o el pichichi (Messi empató al frente de la clasificación, con sus 43 goles), los jugadores entendieron que el mejor homenaje que pueden hacerle a quien les ha llevado al triunfo en estos cuatro años es jugar al fútbol. Ni más ni menos que seguir haciendo realidad todas esas jugadas que la mente maravillosa de Pep ha imaginado en cada pizarra, en cada entrenamiento, en cada partido. Su alumno más aventajado, Leo Messi, le rindió pleitesía con dos goles y cuatro asistencias. Es decir, participó en seis de los siete tantos directa o indirectamente. El argentino no conoce otro modo de agradecerle a su entrenador la crucial influencia en su carrera deportiva, en la que va camino de su cuarto Balón de Oro. La Cibeles, pues, se duerme sola esta noche.

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