REPÓKER DE CAMPEÓN

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CAMPEÓN DEL MUNDO (18-12-2011)

lunes, 18 de marzo de 2013

Una jornada más, un partido menos



Importantísima victoria del F.C. Barcelona sobre el Rayo Vallecano. A priori, puedo parecer exagerada, debido al poco "nombre" del rival. Pero había que tener en cuenta que se venía de un gran esfuerzo físico y psicológico esta semana, con una buena dosis de moral por superar la eliminatoria ante el Milán, pero con el peligro consiguiente de sufrir una bajada de tensión. Y que el Rayo Vallecano de Paco Jémez es un conjunto humilde pero sólido, con buen trato de balón, solidario en sus líneas, con nada que perder y mucho que ganar en el Camp Nou. Además, los inmediatos perseguidores habían conseguido los tres puntos, por lo que un tropezón habría supuesto nuevas dudas a las puertas de un parón por los compromisos de las selecciones, un tiempo demasiado amplio para conjeturas, para desempolvar canguelos, cofradías y espíritus archiconocidos por la afición blaugrana.

El claro triunfo, en el marcador y en lo futbolístico, supone dar carpetazo a la crisis de febrero y volver de nuevo a la senda de la victoria, al rodillo, al trabajo bien hecho, ese que ha cimentado la renta que el equipo gestiona merecidamente y que nos permitiría incluso tropezar en cuatro de los diez partidos que quedan sin que nadie nos quitara el liderato. O lo que es lo mismo: ganando los seis compromisos que restan en el Camp Nou, el Barça sería campeón. Obviamente, cada victoria fuera acercaría el objetivo una jornada. Y tal y como está el calendario, cuantas más nos sobren, mejor nos centraremos en el otro frente abierto, tan exigente como la UEFA Champions League.

Ayer, a pesar de las bajas (tres de los cuatro capitanes fuera: Puyol y Xavi por lesión y Valdés por sanción), el Barça salió enchufado y buscando sentenciar por la vía rápida. La propuesta del Rayo invitaba a ello: el conjunto vallecano no vino a encerrarse al Estadi, sino a presionar y a ser fieles a su estilo. De nuevo Villa ayudó a fijar a los centrales y Messi actuó con total libertad, atrayendo jugadores contrarios fuera de sus zonas naturales y generando espacios para el resto de sus compañeros. Alexis también estuvo muy participativo y generoso en la presión, por lo que parece haberse sacudido un poco la ansiedad de los últimos encuentros.

Fue precisamente el buen entendimiento entre el Guaje y Leo la base en la que se cimentó la victoria. En el primer tanto, el argentino asistió y el asturiano remató a la escuadra al primer toque. Luego intercambiarían sus papeles en los dos tantos restantes. Atrás quedan los rumores de malos rollos entre los dos: demostraron entenderse a la perfección y dicha compenetración redunda en el bien colectivo del equipo, porque se une al excelente momento de otros jugadores, como Sergio Busquets, inconmensurable en la media, Andrés Iniesta, brillante en todas sus acciones, Dani Alves (ayer sí que fue el Alves de antaño, incansable en la banda) y Jordi Alba (o Jordi Bala), para quien la dosificación no existe.

Dos malas noticias dejó el choque: la enésima lesión de Adriano Correia, que fue titular en la banda derecha y aguantó apenas veinte minutos (tuvo que salir Alves); y el gol de un viejo conocido, Raúl Tamudo, en el primer balón que tocó, que trajo amargos recuerdos a la hinchada culé. El Rayo incluso se animó, espoleado por el tanto, pero no llegó a conseguir el segundo que habría puesto en tensión el ambiente. Por el contrario, una nueva buena inmejorable: el de ayer pudo haber sido, si Dios quiere, el último partido de Jordi Roura como primer entrenador del Barça, ya que Tito Vilanova tiene previsto volver, si nada se tuerce, el 25 de marzo a Barcelona. Ojalá que lo haga plenamente recuperado y para quedarse en nuestro banquillo muchos años más.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Habemus Barça



Antes de nada, he de pedir perdón. Perdón, por no creer. Perdón, por perder la fe. Perdón, por dudar de que estos jugadores lo volverían a conseguir: lograrían llevarnos de nuevo al éxtasis futbolístico. No lo voy a negar: los fallidos intentos ante Inter y Chelsea en la Champions y la imagen que estaba dando en los últimos partidos el equipo pesaron demasiado en mi cabeza, que esta vez se imponía sobre mi corazón culé. Se me antojaba una misión casi imposible remontar un 2-0 ante un conjunto italiano y conseguir, además, mantener la portería a cero. Incrédula de mí, nuestros jugadores me dieron una lección: jamás se rinden. Aunque he de decir también que, aunque dudara de la remontada, sí estaba convencida de que el estilo permanecería, para bien y para mal. Y así fue.

No me equivoco si afirmo que la salida fulgurante y el tempranero gol de Messi fueron claves en el devenir de la eliminatoria. Apenas cinco minutos y ya se tenía la mitad del camino recorrido. Como me esperaba de antemano, Tito-Roura plantearon un esquema con tres defensas, con Alves muy abierto en banda, aprovechando el carril completo. Arriba, Villa se situó en el centro y, al fijar a los centrales, liberó completamente a Messi. Y Messi libre, es mucho Messi. Su zurdazo desde la frontal en el inicio dio fe, enchufó aún más al público y desdibujó al Milán, que apenas daba dos pases seguidos. Las líneas adelantadas, la agresividad en la presión (ojo: agresividad bien entendida, nunca violencia ni una entrada mal medida), la velocidad de circulación del esférico y los movimientos de Iniesta y Leo desarbolaron continuamente a la zaga italiana, que apenas se las arreglaba para achicar balones. El propio Andrés estuvo a punto de rememorar su "iniestazo" en Stamford Bridge, pero entre Abbiati y el larguero repelieron su disparo desde la frontal.

Aun así, no engaño a nadie si afirmo que Niang tuvo el devenir de la eliminatoria en sus botas... Y se encontró con el poste. La caprichosa diosa Fortuna, esquiva cuando Messi falló el penalty ante el Chelsea o le anularon el tanto a Bojan ante el Inter por mano previa de Touré Yayá, ayer nos sonrió de lleno en esa jugada. Indudablemente, un 1-1 habría supuesto un mazazo en la afición y en el equipo, ya que obligaba a tres tantos más. La jugada fue muy similar a la de Bredtner (delantero del Arsenal) hace un par de años, que de no haber sido taponada por Mascherano habría eliminado al Barça contra el Arsenal. Aquella temporada, la final también fue en Wembley y ya sabemos quién fue el campeón...

Si Iniesta no pudo emular su tanto, Messi calcó el de aquella final ante el United apenas sesenta segundos después del fallo de Niang: disparo seco desde la frontal y gol. Justo antes del descanso, la tarea estaba hecha: empatada la eliminatoria, quedaba un mini-asalto de cuarenta y cinco minutos en los que había que nadar y guardar la ropa. El escenario era diferente: el Milán tenía que conseguir un gol y el Barça también para evitar la prórroga.

El conjunto de Vilanova introdujo un cambio táctico: Alves dejó de subir y la defensa pasó a ser de cuatro. Menos riesgos, pero menos poder ofensivo. El resto, igual: intensidad, presión, movilidad... Apenas diez minutos después de la reanudación, una recuperación de Mascherano propició una gran jugada en la que Villa quedó solo delante de Abbiati y definió con la clase que atesora. Necesitaba el tanto el Guaje para olvidar toda una temporada de sinsabores, de ser cuestionado, de ser incluido en numerosas listas de transferibles. Su labor fue absolutamente indispensable para la victoria, no sólo por el tanto, sino por la liberación que su trabajo supuso para el fútbol de Messi e Iniesta.

A partir de ahí, el encuentro se llenó de tensión: el Milán se fue arriba, como el que no perdía ya nada. Y el Barça tuvo que defenderse como gato panza arriba. Es cierto que se sufrió, pero fue más por la desconfianza que ofrecía defensivamente el equipo en los últimos partidos que por ocasiones claras de gol. Sólo una buena jugada de Bojan estuvo a punto de suponer un tanto de Robinho, pero Jordi Alba se jugó el tipo y lo evitó. Aún tuvo tiempo el lateral para redondear su excelente partido con el 4-0, en el descuento, que por fin desató la euforia en el Estadi y la comunión íntegra con el equipo. Juntos lo habíamos conseguido.

Bofetada, pues, para los que dudábamos. Bofetada para los que quisieron ver el fin de Messi. Bofetada para los que daban por muerto este estilo. Hoy, día en que el mundo da la bienvenida a un nuevo Papa (curiosamente argentino, como nuestro D10S), el Barça resucita para regalar a los culés una gran resaca de fútbol, goles y espectáculo. Con un poco de suerte, a finales de mes vuelve nuestro entrenador, esperemos que plenamente recuperado, para ponerse al mando de esta nave de nuevo. El equipo sigue vivo en Champions por y para él.  Habemus Barça.


viernes, 1 de marzo de 2013

Sin Tito no hay Paraíso



Dicen los entendidos que el fútbol es un estado de ánimo. De ahí que cuanto más y mejores buenos resultados hayas cosechado, por inercia y optimismo, mejor juegas, más confianza tienes y hasta a veces el factor suerte, ese que hace que la pelotita vaya al palo y salga o, por el contrario, entre en la portería,  se pone a tu favor. Pues el Barça se halla inmerso en una dinámica totalmente opuesta a este panorama idílico: por primera vez en la temporada, al equipo lo asaltan las dudas y al cuerpo técnico le arrecian las críticas.

Obviamente, el escenario para enfrentarse al máximo rival no era el adecuado: una derrota en Milán que complica mucho el pase en la Champions y una victoria pidiendo la hora y con muchas dudas sobre el Sevilla para mantener la ventaja en Liga. El resultado de la ida copera era favorable, pero también es cierto que pudo ser mayor, se fallaron ocasiones clamorosas y la eliminatoria, que pudo haberse sentenciado en la capital, llegaba abierta al Camp Nou. Ante este panorama, hay que reconocerlo, Mourinho ha sabido jugar mejor sus cartas. El portugués sigue encerrándose contra los culés, pero ya no se acula, sino que presiona cuanto más arriba mejor, y aprovecha las principales virtudes de sus jugadores: el juego directo, la salida a la contra. Además, se encontró con un Barça que comenzó bien, pero un error infantil de Piqué en un penalty claro sobre CR le puso de cara el marcador. Y ahí ellos, a la contra, sí que suelen aprovechar las que tienen.

Probablemente el encuentro habría cambiado si el colegiado, del que se habló mucho en la previa, hubiera señalado otra pena máxima a favor de los locales de Xabi Alonso sobre Pedro. Pero ahí a Undiano se le encogió el pito. El partido iba 0-1. El resto, el descalabro posterior, ya lo vieron, ya lo saben. Desde el club no han querido excusarse en este error: han asumido que ellos fueron mejores y han optado por tratar de pasar página lo antes posible, tratar de cerrar las heridas. Obviamente, quedar eliminados de la Copa no es, per se, un descalabro absoluto: el Barça ha llegado a semifinales, ha caído ante un rival que supo jugar sus cartas mejor, y punto. Lo que nubla el estado de ánimo del culé es, por una parte, la escasa o nula capacidad de reacción mostrada por el equipo en los dos partidos de nivel jugados en apenas una semana (ante Milán y ante los blancos); y, por otra, ese futuro incierto en la Champions, en la que caer en octavos sí que no estaba previsto (y está más cerca que otros años).

Los malos resultados obtenidos han reabierto el debate que las victorias tapaban: el del entrenador. Desde el punto de vista humano, la directiva del F.C. Barcelona está teniendo un comportamiento ejemplar y está esperando a que Tito se restablezca completamente sin presionarlo. Sin embargo, desde el punto de vista deportivo, la medida está siendo muy cuestionada desde los medios y desde una parte importante de la afición. Es verdad que Vilanova estuvo en la Supercopa y se perdió, pero también lo es que la imagen del equipo, con diez buena parte del partido de vuelta, cambió con los cambios introducidos en el descanso y a punto estuvo de llevarse el trofeo in extremis si Montoya hubiera acertado con su galopada final. Sin el entrenador, la autogestión no está funcionando, desde mi punto de vista, por dos motivos: porque siempre juegan los mismos; y porque falta liderazgo en el banquillo.

Si el equipo quiere corregir errores, debe partirse de la autocrítica. Y el hecho de que, cuando llegue una cita importante, haya jugadores que jueguen por sistema, lo hagan bien o mal, acomoda a los titulares y desespera a los suplentes. Voy a poner dos ejemplos claros: Cesc Fàbregas y Pedro. El primero hace varios partidos que deambula por el campo. Como el año pasado, su bajón físico en las segundas vueltas empieza a pasarle factura. ¿Por qué, si ante el Milán ni se le vio, fue titular ante los de Mou? El caso del canario es similar: desde hace más de un mes ni encara, ni desborda, ni marca, ni la pide al espacio. Tampoco se ha prodigado en ayudas a los laterales, dejando "vendido" a Alves en más de una ocasión. Si la solución pasa por la entrada de otro perfil de jugador y variar ligeramente el esquema, jugar con extremo (como Tello) y nueve (como Villa), habrá que intentarlo. Ya se ha comprobado que, como se viene haciendo, no funciona.

Sobre la ausencia de liderazgo en el banquillo, voy a poner un ejemplo práctico. Si yo, como profesora, me pongo enferma unos días, en mi instituto un profesor de guardia cubre mis clases. Yo puedo dejar tarea a mis alumnos, el profesor de guardia puede supervisar que la hacen, pero si mi ausencia va a ser prolongada, tendrá que venir alguien interino que asuma mi puesto, que mis alumnos identifiquen como alguien que los va a evaluar, que les va a poner las notas que se merezcan. Lo mismo está sucediendo a nuestros jugadores. En este caso, no se trata tanto de poner a otro míster de fuera como de asumir que quienes están tienen el mismo poder que Tito sobre ellos. Quizás el intervencionismo del entrenador desde la distancia está haciendo más mal que bien, a pesar de que se hace con toda la buena voluntad.

Obviamente, respeto profundamente la labor de Roura y el cuerpo técnico con la papeleta que les ha caído. Además, es una suerte que gracias a las tecnologías, nuestro entrenador pueda seguir hasta los entrenamientos desde Nueva York. Pero, para que el liderazgo del segundo se vea tan claro como el del primer entrenador, los jugadores deben identificarlo como tal. El banquillo no puede esperar una llamada para hacer un cambio, no puede dejar la configuración del equipo cada partido en manos de alguien que no los ve entrenar. El contacto directo, las sensaciones que se palpan en el día a día y a pie de césped durante un encuentro no las transmite una cámara.

A pesar de todos estos inconvenientes, es necesario recordar algo: aunque el equipo caiga en Champions, a pesar de estar fuera de la Copa, la Liga, el torneo de la regularidad, está muy encarrilada. Quizás por la diferencia alcanzada no se valora la posición de privilegio que ocupa esta plantilla, ganada a pulso jornada a jornada. Dicha posición es tan buena que, en caso de caer mañana en el campo del tercero, saldríamos a trece puntos de ellos. A principios de temporada lo habríamos firmado con los ojos cerrados. Piénsalo bien, culé: ellos están celebrando el pase a una final (aún no tienen garantizado el título tampoco, porque a un partido puede pasar cualquier cosa) y lo tienen complicado también en Champions, porque Old Trafford no es ninguna perita en dulce. Y sin embargo parecen que son los que nos sacan dieciséis puntos a nosotros, que tenemos en nuestra mano el segundo título más importante, dependiendo de nosotros mismos, pudiendo hasta fallar varias veces. A lo mejor es que estos jugadores, que tanto nos han hecho disfrutar, tampoco son tan malos como nos quieren hacer creer últimamente..,