Tras el largo parón por los compromisos
internacionales de selecciones, volvió (por fin) la Liga. Y lo hizo con
relativas sorpresas en la cabeza: sólo uno de los seis primeros consiguió los
tres puntos (el Málaga); el resto empató, por lo que las distancias entre los
integrantes del podium provisional se mantienen una jornada más. Y eso que,
desde mi punto de vista, el líder, el Barça, jugó en clara desventaja con
respecto a los otros dos, por varias razones que enumero a continuación.
En primer lugar, el conjunto catalán ha sido el principal perjudicado del
denominado "virus" FIFA. Jordi Alba, Pedro y Xavi tocados con La
Roja, Messi y Mascherano castigados físicamente por la altitud de Bolivia,
muchos kilómetros y poco descanso. Hasta los internacionales de la sub-21
española (Montoya, Bartra y Tello), titulares en Vigo, acumularon casi todos
los minutos con dicho combinado. Lo sé: es el precio que se paga por tener a
los mejores. Pero no es menos cierto que los clubes están completamente
desprotegidos ante las selecciones, que se llevan a los jugadores, los explotan
y los devuelven tocados o lesionados, a estas alturas de temporada, con lo que
se juega el equipo. Un sinsentido al que algún día habrá que poner un alto...
Así las cosas, el recién reincorporado Tito Vilanova tuvo que improvisar
un once de no habituales para dar descanso a muchos de sus titulares, algunos
de los cuales se quedaron en Barcelona recuperándose de sus dolencias físicas.
De hecho, salvo Piqué, Alves y Messi, el resto eran jugadores poco habituales o
chavales recién incorporados del Barça B, como Bartra, Montoya (de lateral
zurdo) o Tello. Sí, ya sé que Cesc Fàbregas y Alexis formaron de inicio, pero
su momento de forma, especialmente el del catalán, dista bastante de ser
óptimo.
En segundo lugar, el Barça fue el primero de los tres en jugar. Es decir:
el segundo y el tercer clasificados ya sabían lo que había sucedido en Balaídos
y podían haber puesto un plus de motivación (aunque finalmente el traspiés no
fue aprovechado por ninguno de los dos). Sin duda, los últimos diez partidos
los equipos van a por todas, se están jugando mucho (el Celta, ni más ni menos
que permanecer en la Liga BBVA) y cada punto es ganado y trabajado a pulso.
Ante ello, cualquier despiste, bajada de intensidad o error defensivo te cuesta
caro. Y eso fue lo que le sucedió al Barça en Balaídos.
A pesar de remontar un resultado adverso, con el enésimo penalty no pitado
a favor con 0-0 (Mateu, ese gran amigo de Mou), el nivel y la intensidad decayeron
en el último cuarto de hora del partido, y por ahí se empezaron a escapar los
tres puntos que se habían forjado con una buena labor antes de esos quince
minutos finales. Entre el bajón físico y que el equipo probablemente pensaba ya
en el compromiso de mañana, el 2-2 de Oubiña sorprendió en el 43, sin tiempo
para reaccionar.
El encuentro nos deja, nos obstante, varias buenas noticias: la progresiva
incorporación de Tito Vilanova (que ya hoy ha viajado a París), la primera
convocatoria de Abidal (impresionante la afición del Celta aplaudiendo al
francés en el calentamiento) y el récord de Messi de marcar a todos los equipos
de la Liga, haciéndolo además de manera consecutiva. El más difícil todavía, la
cuadratura de ese círculo perfecto del argentino, que suma 43 tantos en lo que
va de Liga y va apuntando hacia París. Sabe que Europa le dio una segunda
oportunidad ante el Milán y seguro que no va a desaprovecharla.
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