El F.C. Barcelona se ha dejado una buena parte
de sus aspiraciones a hacer algo grande en la UEFA Champions League esta
temporada en San Siro. El 2-0 cosechado pone muy cuesta arriba la eliminatoria,
por varios factores: la diferencia de goles, no haber logrado un tanto al menos
fuera de casa... Pero, sobre todo, por la certeza de que, debido a unas causas
u otras, a este Barça le hacen demasiados tantos en contra. Por supuesto que
estos jugadores, igual que han perdido estrepitosamente, son capaces de ganar
por tres goles a cualquier rival. Sin embargo, lo que no veo nada claro es que
sea capaz de quedarse con la portería a cero, y un solo gol del Milan en la
vuelta obligaría a ganar, mínimo, 4-1.
Si el equipo tiene alguna
opción a la vuelta, debe empezar por la autocrítica. Cuidado: que vaya a serlo
con lo sucedido el miércoles en Italia no quiera decir que deje de ser del
Barça o que esté esperando el fallo para no dejar títere con cabeza. Nada más
lejos de la realidad: desde aquí siempre se ha apoyado (y se apoyará) a este
equipo, porque todo lo que nos ha hecho vivir merece un crédito ilimitado.
Desde mi punto de vista, el 2-0 se comenzó a fraguar en hace unos meses, justo
en el momento en el que se supo que nuestro rival iba a ser el Milán. Es verdad
que el conjunto rossonero no tiene las individualidades de antaño, que se halla
sumido en un proceso de reestructuración y que cuenta con jugadores muy
jóvenes, con poca experiencia internacional en algunos casos. Pero la confianza
del entorno culé se volvió temeraria en el momento en que se ha empezado a
hablar de triplete, de sentenciar allí, de que ellos firmaban dejar la
eliminatoria abierta. El Barça que ganó todo lo que había en juego siempre fue
partido a partido, nunca miró más allá. Primera lección que hay que aprender de
este tropezón.
La segunda tiene que ver con
el planteamiento de este tipo de partidos. Inter, Chelsea, Celtic... esta
película ya se sabe cómo acaba: mucha posesión estéril y derrota. Más
esperpéntico aún, porque si el año pasado en Stamford Bridge hubo verdadera
mala suerte (con varios tiros a la madera y paradones de Cech), el miércoles
apenas se inquietó a Abbiati. Un tiro lejano de Iniesta fue lo más peligroso en
noventa minutos. El Milán ganó la partida en todo: agresividad, velocidad,
intensidad... Es cierto que el césped estaba en muy mal estado, pero ya estamos
acostumbrados a este tipo de artimañas. Como dijo Piqué tras el partido: no hay
excusas.
Por último, eché en falta
chispa en determinados jugadores. No es por señalar a nadie, pero Pedro lucha,
presiona, ayuda... Pero ni encara ni marca. Se está siendo especialmente
crítico con Alexis Sánchez (probablemente porque se pagó un traspaso alto por
él), pero no hay que olvidar que, Messi aparte, el resto de goleadores del
equipo tampoco está aportando las cifras necesarias de quienes ocupan una plaza
de titular en el F.C. Barcelona. Y el partidito de Cesc Fàbregas, absolutamente
desaparecido, también fue especialmente flojo.
El único jugador que mantuvo
nuestro espíritu fue, como siempre, nuestro capitán: lo que más le dolió no
fueron las cuatro grapas o los puntos de sutura en la cabeza por su
encontronazo con Pazzini. Lo peor para él fue la derrota. Una derrota sin excusas
(si a otros le hubieran marcado un gol con la mano ya estaríamos con los
porqués), totalmente merecida, aunque excesiva en cuanto a diferencia. Sea como
fuere, poco o nada se puede hacer ya: aprender de los errores y tratas de no
cometerlos en el futuro.
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