Comentaba con algunos futboleros antes del
partido en Granada que el conjunto nazarí tenía la mala fortuna de ser el
próximo compromiso liguero del F.C. Barcelona justo cuando Leo Messi se
encontraba a tan sólo un tanto de lograr una cifra redonda: el trescientos.
Pues no fueron trescientos: fueron trescientos uno. Nos tiene tan mal
acostumbrados el argentino que no sólo alcanza las cifras: las supera. El
pasado sábado lo consiguió a pesar de que el nivel colectivo no fue el
adecuado, de que el equipo no controló en exceso el partido y de que la
victoria peligró durante buena parte del choque e incluso al final.
Hay una máxima muy clara: en
fútbol, si perdonas, lo sueles acabar pagando. Así se puede resumir la primera
mitad: el Barça logró crear numerosas ocasiones de gol, pero éste caería de
lado del Granada. La mala fortuna evitó que Alexis Sánchez, Cesc Fàbregas
(derribado en el área en un penalty que parecía piscinazo pero la repetición
demuestra que hubo zancadilla), Messi o Thiago adelantaran a los visitantes. En
cambio, los de Alcaraz, que generaron mucho peligro jugando a la espalda de los
laterales (Alves y Adriano -aunque luego entró Jordi Alba por los enésimos
problemas físicos del de Curitiba) y en las llegadas al segundo palo. En una de
ellas, Ighalo anotó el 1-0 y llevaba el delirio a una grada que no hace mucho
vio caer al tercer clasificado en su estadio.
Sin embargo, quedaba demasiado
tiempo por delante. Y más cuando, apenas recién iniciado el segundo tiempo,
Messi aprovechaba un rechace de Toño a tiro de Cesc para lograr el empate. El
gol no fue fruto de la casualidad: el equipo adelantó líneas, presionó de modo
más generoso, se colocó mejor en el campo (especialmente Thiago) y achicó
espacios en defensa. Además, el empate minó la moral de los granadinos, que
acusaron el cansancio del esfuerzo realizado y ya no podían contener el flujo
futbolístico culé. Por si fuera poco, Roura introdujo más madera: Iniesta y
Tello.
Si hay penalty y no te lo
pitan, si de jugada te topas con el poste o el portero, si las cosas no salen,
no importa: ahí estará Messi para desatascar lo que parecía imposible y
remontar (por séptima vez esta temporada) el encuentro. De libre directo,
modalidad en la que se está especializando el argentino a base de practicar en
los entrenamientos, a base de compromiso con el equipo, ese que se suele echar
a las espaldas a menudo.
De ahí al final,
paradójicamente, pudo pasar cualquier cosa: el Barça no supo defender bien la
ventaja y el Granada creó ocasiones claras de gol, pero se topó con un
inconmensurable Valdés, quien sacó, en el descuento, una llegada final que
significaba el empate y sin tiempo para nada más. También pudo caer el 1-3,
pero nuevamente la falta de puntería de los delanteros culés lo impidió.
En definitiva, trabajada
victoria, mucho más difícil de lo que a priori parecía, pero importantísima a
tenor de los próximos compromisos del equipo. El calendario se estrecha, el
nivel crece, pero mantener la ventaja es primordial para gozar de tranquilidad.
El Barça se encuentra a diez victorias de ser campeón matemáticamente en Liga.
Mientras tanto, hay que alternar con Champions y Copa, donde la exigencia es
máxima. Se aproxima, pues, un reto apasionante.
Gran post Merche! Saludos!
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