Tenía pensado
escribir sobre el partido del pasado domingo, pero dado que estamos ya casi a
jueves y prácticamente todo el mundo lo pudo ver considero más interesante
expresar en voz alta algunas reflexiones que he ido acumulando estos días, a
veces basadas en lo que se ha escrito-dicho-oído y, por supuesto, muchas otras
de cosecha propia.
Lo
primero, obviamente, es plantearse quién ganó. Un empate nunca es una victoria,
por mucho que así nos lo vendan. Por algo la diferencia de las tablas con
respecto a perder es menor que el premio que se lleva quien apuesta por ganar.
Sin embargo, a los puntos, para mí hubo un claro vencedor, y no puede ser otro
que el F.C. Barcelona. Por muchas razones: porque, a pesar de jugar en casa, lo
hizo muy mermado en defensa (todavía más con la baja de Alves al poco de
iniciarse el partido); porque no renunció a su estilo en ningún momento; y
porque mantiene la diferencia de ocho puntos, que no es moco de pavo y que
todos (absolutamente todos) los culés habríamos firmado tener con los ojos
cerrados a principios de temporada a estas alturas.
Que
no te engañen con milongas: este equipo se ha ganado tal respeto en todo el
mundo y tanto miedo en la capital que celebran hasta los empates contra el
Barça. Y lo hacen convencidos de que, como no encajaron cinco, hasta jugaron
bien. Para mí, el planteamiento de Mourinho no distó mucho del de Emery con el
Spartak o el de Anquela con el Granada. Es más: este último fue el que más
cerca estuvo de llevarse la victoria, ya que aguantó el 0-0 hasta más bien
entrada la segunda mitad y perdonó un mano a mano en el cuarenta. Al portugués,
que sigue teniendo la manita grabada a fuego en su alma, le valió el reparto de
puntos, como demuestra el hecho de que en los últimos diez minutos sacó a Di
María del campo para dar entrada a Essien. El Barça, en cambio, jamás dio por
bueno el empate, y acabó volcado buscando esa victoria que por juego y entrega
merecía.
Es
verdad que le costó entrar en el partido: la psicosis colectiva (a la que me
uní, para qué negarlo) por la definitiva baja de Piqué generó dudas en el
ambiente y en la propia defensa blaugrana, que era un flan cada vez que los
blancos presionaban. Hasta Valdés intentó evitar reeditar errores pasados y ni
siquiera sacaba la pelota jugada desde atrás. Sin embargo, hay que destacar
que, lo que en principio era otro contratiempo (la baja de Alves) se convirtió
en una de las claves del encuentro: Montoya volvió a sustituir al brasileño,
como en el Bernabéu, y volvió a demostrar que está más que preparado para
disputarle el puesto, sobre todo con el nivel que Dani viene exhibiendo en los
últimos partidos. Si en la vuelta de la Supercopa fue Casillas el que le negó
la gloria al canterano en la última jugada, en esta ocasión fue el palo el que
repelió su trallazo casi al final. Hubiera sido el broche perfecto a un
excelente encuentro, en el que defendió y atacó con constancia y sobriedad.
Otra
falacia que nos han vendido: el buen ambiente del Clásico. ¿Es casualidad que
cuando ellos no pierden no haya trifulcas? Porque patadas dan siempre. Como
muestra, las que repartió Xabi Alonso con total impunidad durante todo el
partido. Aún no sé cómo lo terminó... Bueno, sí lo sé: porque su entrenador ya
había preparado el terreno dejándolas caer en la rueda de prensa previa. Si el
ambiente no es tan caliente como en otros Clásicos es por la buena voluntad de
jugadores como Casillas y Xavi, a pesar de que al primero su amistad con el de
Terrassa le cuesta ser señalado como el "topo" o ahora hasta se
discute su calidad, además de estar en el ojo del huracán de su entrenador por
no adherirse a su manía persecutoria. Yo he escuchado a jugadores culés
defender las intervenciones de Casillas y no he visto a Valdés salir diciendo
que está triste. Que hagan los blancos lo mismo con Messi...
Precisamente
uno de los abanderados de la causa de Mourinho, Pepe, se descolgó con unas
declaraciones que ponen bastante de relieve que ese supuesto "buen
rollo" es sólo entre el sector español de la plantilla merengue (Casillas,
Ramos, Alonso y Arbeloa) y la mayoría de culés (porque aquí sí que son
bastantes los jugadores de la selección): el resto de los blancos sigue
mouriñizado. Que llamen teatrero a Alves, pase; pero que Pepe lo diga de
alguien como Iniesta demuestra que, si no ha ido ya al psiquiátrico por el
historial de entradas, pisotones, codazos y agresiones que atesora, debe ir
pidiendo cita cuanto antes. Más aún porque es evidente que fue penalty (como
diría Karanka, "las imágenes están ahí, ¿no?"). Pero, parafraseando
al bueno de Andrés, todos sabemos cómo es el central portugués, cuyo grito de
ánimo en el Bernabéu es "Pepe, mátalo". En alguna ocasión hasta lo he
visto saludar a la hinchada, orgulloso de semejante cántico... Después se echa
las manos a la cabeza cuando se le grita "asesino" en otros campos.
Pues como él mismo ha dicho hoy: si le duele dicho calificativo es porque no es
más que la pura verdad.
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