REPÓKER DE CAMPEÓN

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CAMPEÓN DEL MUNDO (18-12-2011)

viernes, 1 de marzo de 2013

Sin Tito no hay Paraíso



Dicen los entendidos que el fútbol es un estado de ánimo. De ahí que cuanto más y mejores buenos resultados hayas cosechado, por inercia y optimismo, mejor juegas, más confianza tienes y hasta a veces el factor suerte, ese que hace que la pelotita vaya al palo y salga o, por el contrario, entre en la portería,  se pone a tu favor. Pues el Barça se halla inmerso en una dinámica totalmente opuesta a este panorama idílico: por primera vez en la temporada, al equipo lo asaltan las dudas y al cuerpo técnico le arrecian las críticas.

Obviamente, el escenario para enfrentarse al máximo rival no era el adecuado: una derrota en Milán que complica mucho el pase en la Champions y una victoria pidiendo la hora y con muchas dudas sobre el Sevilla para mantener la ventaja en Liga. El resultado de la ida copera era favorable, pero también es cierto que pudo ser mayor, se fallaron ocasiones clamorosas y la eliminatoria, que pudo haberse sentenciado en la capital, llegaba abierta al Camp Nou. Ante este panorama, hay que reconocerlo, Mourinho ha sabido jugar mejor sus cartas. El portugués sigue encerrándose contra los culés, pero ya no se acula, sino que presiona cuanto más arriba mejor, y aprovecha las principales virtudes de sus jugadores: el juego directo, la salida a la contra. Además, se encontró con un Barça que comenzó bien, pero un error infantil de Piqué en un penalty claro sobre CR le puso de cara el marcador. Y ahí ellos, a la contra, sí que suelen aprovechar las que tienen.

Probablemente el encuentro habría cambiado si el colegiado, del que se habló mucho en la previa, hubiera señalado otra pena máxima a favor de los locales de Xabi Alonso sobre Pedro. Pero ahí a Undiano se le encogió el pito. El partido iba 0-1. El resto, el descalabro posterior, ya lo vieron, ya lo saben. Desde el club no han querido excusarse en este error: han asumido que ellos fueron mejores y han optado por tratar de pasar página lo antes posible, tratar de cerrar las heridas. Obviamente, quedar eliminados de la Copa no es, per se, un descalabro absoluto: el Barça ha llegado a semifinales, ha caído ante un rival que supo jugar sus cartas mejor, y punto. Lo que nubla el estado de ánimo del culé es, por una parte, la escasa o nula capacidad de reacción mostrada por el equipo en los dos partidos de nivel jugados en apenas una semana (ante Milán y ante los blancos); y, por otra, ese futuro incierto en la Champions, en la que caer en octavos sí que no estaba previsto (y está más cerca que otros años).

Los malos resultados obtenidos han reabierto el debate que las victorias tapaban: el del entrenador. Desde el punto de vista humano, la directiva del F.C. Barcelona está teniendo un comportamiento ejemplar y está esperando a que Tito se restablezca completamente sin presionarlo. Sin embargo, desde el punto de vista deportivo, la medida está siendo muy cuestionada desde los medios y desde una parte importante de la afición. Es verdad que Vilanova estuvo en la Supercopa y se perdió, pero también lo es que la imagen del equipo, con diez buena parte del partido de vuelta, cambió con los cambios introducidos en el descanso y a punto estuvo de llevarse el trofeo in extremis si Montoya hubiera acertado con su galopada final. Sin el entrenador, la autogestión no está funcionando, desde mi punto de vista, por dos motivos: porque siempre juegan los mismos; y porque falta liderazgo en el banquillo.

Si el equipo quiere corregir errores, debe partirse de la autocrítica. Y el hecho de que, cuando llegue una cita importante, haya jugadores que jueguen por sistema, lo hagan bien o mal, acomoda a los titulares y desespera a los suplentes. Voy a poner dos ejemplos claros: Cesc Fàbregas y Pedro. El primero hace varios partidos que deambula por el campo. Como el año pasado, su bajón físico en las segundas vueltas empieza a pasarle factura. ¿Por qué, si ante el Milán ni se le vio, fue titular ante los de Mou? El caso del canario es similar: desde hace más de un mes ni encara, ni desborda, ni marca, ni la pide al espacio. Tampoco se ha prodigado en ayudas a los laterales, dejando "vendido" a Alves en más de una ocasión. Si la solución pasa por la entrada de otro perfil de jugador y variar ligeramente el esquema, jugar con extremo (como Tello) y nueve (como Villa), habrá que intentarlo. Ya se ha comprobado que, como se viene haciendo, no funciona.

Sobre la ausencia de liderazgo en el banquillo, voy a poner un ejemplo práctico. Si yo, como profesora, me pongo enferma unos días, en mi instituto un profesor de guardia cubre mis clases. Yo puedo dejar tarea a mis alumnos, el profesor de guardia puede supervisar que la hacen, pero si mi ausencia va a ser prolongada, tendrá que venir alguien interino que asuma mi puesto, que mis alumnos identifiquen como alguien que los va a evaluar, que les va a poner las notas que se merezcan. Lo mismo está sucediendo a nuestros jugadores. En este caso, no se trata tanto de poner a otro míster de fuera como de asumir que quienes están tienen el mismo poder que Tito sobre ellos. Quizás el intervencionismo del entrenador desde la distancia está haciendo más mal que bien, a pesar de que se hace con toda la buena voluntad.

Obviamente, respeto profundamente la labor de Roura y el cuerpo técnico con la papeleta que les ha caído. Además, es una suerte que gracias a las tecnologías, nuestro entrenador pueda seguir hasta los entrenamientos desde Nueva York. Pero, para que el liderazgo del segundo se vea tan claro como el del primer entrenador, los jugadores deben identificarlo como tal. El banquillo no puede esperar una llamada para hacer un cambio, no puede dejar la configuración del equipo cada partido en manos de alguien que no los ve entrenar. El contacto directo, las sensaciones que se palpan en el día a día y a pie de césped durante un encuentro no las transmite una cámara.

A pesar de todos estos inconvenientes, es necesario recordar algo: aunque el equipo caiga en Champions, a pesar de estar fuera de la Copa, la Liga, el torneo de la regularidad, está muy encarrilada. Quizás por la diferencia alcanzada no se valora la posición de privilegio que ocupa esta plantilla, ganada a pulso jornada a jornada. Dicha posición es tan buena que, en caso de caer mañana en el campo del tercero, saldríamos a trece puntos de ellos. A principios de temporada lo habríamos firmado con los ojos cerrados. Piénsalo bien, culé: ellos están celebrando el pase a una final (aún no tienen garantizado el título tampoco, porque a un partido puede pasar cualquier cosa) y lo tienen complicado también en Champions, porque Old Trafford no es ninguna perita en dulce. Y sin embargo parecen que son los que nos sacan dieciséis puntos a nosotros, que tenemos en nuestra mano el segundo título más importante, dependiendo de nosotros mismos, pudiendo hasta fallar varias veces. A lo mejor es que estos jugadores, que tanto nos han hecho disfrutar, tampoco son tan malos como nos quieren hacer creer últimamente..,

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