REPÓKER DE CAMPEÓN

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CAMPEÓN DEL MUNDO (18-12-2011)

miércoles, 13 de marzo de 2013

Habemus Barça



Antes de nada, he de pedir perdón. Perdón, por no creer. Perdón, por perder la fe. Perdón, por dudar de que estos jugadores lo volverían a conseguir: lograrían llevarnos de nuevo al éxtasis futbolístico. No lo voy a negar: los fallidos intentos ante Inter y Chelsea en la Champions y la imagen que estaba dando en los últimos partidos el equipo pesaron demasiado en mi cabeza, que esta vez se imponía sobre mi corazón culé. Se me antojaba una misión casi imposible remontar un 2-0 ante un conjunto italiano y conseguir, además, mantener la portería a cero. Incrédula de mí, nuestros jugadores me dieron una lección: jamás se rinden. Aunque he de decir también que, aunque dudara de la remontada, sí estaba convencida de que el estilo permanecería, para bien y para mal. Y así fue.

No me equivoco si afirmo que la salida fulgurante y el tempranero gol de Messi fueron claves en el devenir de la eliminatoria. Apenas cinco minutos y ya se tenía la mitad del camino recorrido. Como me esperaba de antemano, Tito-Roura plantearon un esquema con tres defensas, con Alves muy abierto en banda, aprovechando el carril completo. Arriba, Villa se situó en el centro y, al fijar a los centrales, liberó completamente a Messi. Y Messi libre, es mucho Messi. Su zurdazo desde la frontal en el inicio dio fe, enchufó aún más al público y desdibujó al Milán, que apenas daba dos pases seguidos. Las líneas adelantadas, la agresividad en la presión (ojo: agresividad bien entendida, nunca violencia ni una entrada mal medida), la velocidad de circulación del esférico y los movimientos de Iniesta y Leo desarbolaron continuamente a la zaga italiana, que apenas se las arreglaba para achicar balones. El propio Andrés estuvo a punto de rememorar su "iniestazo" en Stamford Bridge, pero entre Abbiati y el larguero repelieron su disparo desde la frontal.

Aun así, no engaño a nadie si afirmo que Niang tuvo el devenir de la eliminatoria en sus botas... Y se encontró con el poste. La caprichosa diosa Fortuna, esquiva cuando Messi falló el penalty ante el Chelsea o le anularon el tanto a Bojan ante el Inter por mano previa de Touré Yayá, ayer nos sonrió de lleno en esa jugada. Indudablemente, un 1-1 habría supuesto un mazazo en la afición y en el equipo, ya que obligaba a tres tantos más. La jugada fue muy similar a la de Bredtner (delantero del Arsenal) hace un par de años, que de no haber sido taponada por Mascherano habría eliminado al Barça contra el Arsenal. Aquella temporada, la final también fue en Wembley y ya sabemos quién fue el campeón...

Si Iniesta no pudo emular su tanto, Messi calcó el de aquella final ante el United apenas sesenta segundos después del fallo de Niang: disparo seco desde la frontal y gol. Justo antes del descanso, la tarea estaba hecha: empatada la eliminatoria, quedaba un mini-asalto de cuarenta y cinco minutos en los que había que nadar y guardar la ropa. El escenario era diferente: el Milán tenía que conseguir un gol y el Barça también para evitar la prórroga.

El conjunto de Vilanova introdujo un cambio táctico: Alves dejó de subir y la defensa pasó a ser de cuatro. Menos riesgos, pero menos poder ofensivo. El resto, igual: intensidad, presión, movilidad... Apenas diez minutos después de la reanudación, una recuperación de Mascherano propició una gran jugada en la que Villa quedó solo delante de Abbiati y definió con la clase que atesora. Necesitaba el tanto el Guaje para olvidar toda una temporada de sinsabores, de ser cuestionado, de ser incluido en numerosas listas de transferibles. Su labor fue absolutamente indispensable para la victoria, no sólo por el tanto, sino por la liberación que su trabajo supuso para el fútbol de Messi e Iniesta.

A partir de ahí, el encuentro se llenó de tensión: el Milán se fue arriba, como el que no perdía ya nada. Y el Barça tuvo que defenderse como gato panza arriba. Es cierto que se sufrió, pero fue más por la desconfianza que ofrecía defensivamente el equipo en los últimos partidos que por ocasiones claras de gol. Sólo una buena jugada de Bojan estuvo a punto de suponer un tanto de Robinho, pero Jordi Alba se jugó el tipo y lo evitó. Aún tuvo tiempo el lateral para redondear su excelente partido con el 4-0, en el descuento, que por fin desató la euforia en el Estadi y la comunión íntegra con el equipo. Juntos lo habíamos conseguido.

Bofetada, pues, para los que dudábamos. Bofetada para los que quisieron ver el fin de Messi. Bofetada para los que daban por muerto este estilo. Hoy, día en que el mundo da la bienvenida a un nuevo Papa (curiosamente argentino, como nuestro D10S), el Barça resucita para regalar a los culés una gran resaca de fútbol, goles y espectáculo. Con un poco de suerte, a finales de mes vuelve nuestro entrenador, esperemos que plenamente recuperado, para ponerse al mando de esta nave de nuevo. El equipo sigue vivo en Champions por y para él.  Habemus Barça.


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