Decía Paco Jémez en la víspera del Rayo-Barça
que a él le daría vergüenza plantear un partido como el del Celtic de Glasgow
en Barcelona. Por lo visto ayer, a Neil Lennon no sólo no se la produjo, sino
que preparó un calco del choque de hace quince días en la noche de ayer. Solo
que esta vez, la moneda cayó de cara, porque los hombres de Tito fueron
incapaces de derribar el muro defensivo que puso en liza el irlandés.
Y es que este todopoderoso
Barça, el Barça de los catorce títulos en cuatro años, el Barça del triplete,
del sextete, de las cinco copas, el equipo que mejor juega al fútbol del
planeta, aún no ha aprendido a salir ileso de este tipo de partidos. Chelsea, Inter,
Rubin Kazan, Celtic. Las derrotas ante rivales con oficio, que conocen sus
armas y las explotan a la perfección (y con sorprendente rentabilidad) son
demasiado frecuentes. El año pasado, en Londres, el Chelsea tiró una vez entre
los tres palos: el gol de Drogba. Ayer, el conjunto escocés disparó tres veces:
dos goles y una parada de Valdés.
Por el contrario, la delantera
blaugrana no tuvo su día: Messi y Alexis estrellaron dos ocasiones en los
postes. Y el portero local, Forster, también tuvo una destacada actuación,
sacando varios balones decisivos cuando el resultado era aún corto (1-0). Lo
que sucedió anoche lo hemos visto otras veces: el equipo estuvo demasiado
atascado y se empecinó en entrar por el centro, mientras las ocasiones más
peligrosas las generó Jordi Alba cuando tomaba la espalda por su banda. Por su
parte, Alves siempre fue un extremo más, pero su función resultó engañosa:
nunca desbordó ni buscó la línea de fondo, ni generó superioridad en su banda
(cuando él subía, Pedro se iba al centro), ni siquiera encaró a su par en toda
la noche. Preocupante estado de forma del brasileño, que debe espabilar ya.
Capítulo aparte merece la
faceta defensiva. Sabiendo de sobras cómo se las gasta el Celtic a balón
parado, no puede ser que en el primer córner rematen con semejante facilidad.
No estoy criticando con ello a la zaga, sino al equipo entero, que no supo
defender dicha jugada. El tanto les hizo creer en lo que hacían, y a medida que
pasaban los minutos se crecieron, espoleados por una afición de sombrerazo. Con
la lección aprendida del Camp Nou, no dejaron ninguna rendija por la que se
pudiera colar la magia de Xavi (para mí, el mejor de la noche sin duda),
Iniesta, Messi y compañía.
Evidentemente, se perdió por
primera vez desde agosto. Evidentemente, es un varapalo. Evidentemente, se dejó
pasar la oportunidad de dejar sentenciado el grupo y centrarse en Liga y Copa
en exclusiva. Evidentemente, si había un momento en el que el Barça se podía
permitir una derrota era este. Un tirón de orejas nunca viene mal a tiempo. A
veces es preferible perder que empatar: las derrotas son más escandalosas que
los empates. De hecho, la temporada pasada se empató en exceso y la suma de
puntos, aunque no fuera de tres en tres, impidió que el equipo corrigiera los
fallos que cometía, que hiciera propósito de enmienda.
El fracaso llegó, no obstante,
sin renunciar al estilo. El Barça tuvo la posesión más larga de la historia
(89%, 97% sólo en la segunda mitad). Es el otro fútbol, que, nos guste o no, a
veces también gana (la Champions en las vitrinas del Chelsea es buena muestra
de ello). Traducido a segundos, el Celtic tuvo, según la UEFA, cuarenta y siete
segundos el balón en la segunda parte (quizás los que transcurrieron desde el
saque del portero al segundo tanto, de Watt). Pero a Lennon, repito, no le dio
vergüenza por ello.
En cambio, Messi, tantas veces
el hombre del partido, tantos balones que colecciona en casa por materializar
hat-tricks, celebró cabizbajo, sonrojado, su gol. El primero, paradójicamente
en una derrota, que dedica a Thiago. Alguien como él, acostumbrado a las mieles
del éxito, no pudo evitar anoche la debacle de su equipo. Conociéndolo como lo
conocemos, seguro que desde ya tiene ganas de revancha.
No hay comentarios:
Publicar un comentario