REPÓKER DE CAMPEÓN

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CAMPEÓN DEL MUNDO (18-12-2011)

sábado, 1 de septiembre de 2012

Levántala tú, que yo no la quiero



Tres días después me decido a analizar lo sucedido en la vuelta de la Supercopa española. Tres días en los que me ha dado tiempo a masticar el cabreo inicial, a dejar distancia para valorar lo que el miércoles por la noche sentí, que no fue otra cosa que una impotencia tremenda al ver la primera media hora del Barça, absolutamente irreconocible sobre el terreno de juego.

Vaya por delante que, en mi caso, no se trata de ganar o perder. Obviamente, preferiría que mi equipo ganara siempre y levantara todo lo que hubiera en juego. Así ha sido en los últimos años y lo idílico de la situación nos hace ser exigentes con los jugadores que nos han llevado al éxtasis competición tras competición. Por supuesto que pueden perder. Es más, me atrevería a afirmar que sería lo normal: lo anormal, lo extraordinario, ha sido lo conseguido hasta ahora. Lo que ocurre es que hay una gran diferencia entre perder con el orgullo que se sacó en el segundo tiempo, que tuvo enmudecido al Bernabéu hasta el minuto 93, y el desastre colectivo que supuso la primera media hora, en la que se tiró por la borda el fantástico trabajo de la ida en apenas diez minutos.

Sí, han leído bien: se trató de un desastre colectivo. Aunque fallaron dos jugadores en concreto (Mascherano en el despeje y Piqué confiándose demasiado), los errores los considero fruto de la dejadez de todo el equipo, desde el primero hasta el último. Durante esos fatídicos treinta minutos, la delantera apenas presionó (en nuestro sistema, para que se consiga el perfecto engrasado de sus piezas, los delanteros son fundamentales en defensa y los defensas son básicos para iniciar los ataques), el centro del campo se empecinó en batallar individualmente, con regates absurdos, pases sin sentido, absolutamente previsibles, y demasiado estáticos en el juego sin balón. En estas circunstancias, la defensa se encontró vendida no una vez: una tras otra. Lo que ocurre es que, unas veces Valdés, otras la mala puntería de la delantera blanca y en otras la rectificación de los centrales malograron las numerosas ocasiones creadas.

Para alguien supersticiosa como yo, cuando algo empieza mal sólo puede empeorar. Así lo pensé cuando vi en el once titular a Jordi Alba y a Adriano. No deja de ser un contratiempo que Alves note molestias en el calentamiento, que tengas que incluir a otro jugador en frío y que te veas obligado a llamar de la grada a un descartado. Para colmo, el propio Adriano fue justamente expulsado y Tito tuvo que dar entrada a Montoya, que de estar cómodamente sentado en la tribuna pasó a lidiar con CR. Caprichos del destino, el descartado lo hizo mejor que el suplente, ya que la entrada del canterano serenó la defensa, que hasta entonces había tenido muchos problemas por esa banda.

Además de la empanada total del principio, hubo varios detalles del partido que no me gustaron en absoluto. Por ejemplo, un delantero como Alexis Sánchez no puede preferir tirarse al sentir el mínimo contacto a definir en el área cuando estaba en perfectas condiciones de hacerlo. Otro aspecto negativo es la escasa participación que está teniendo Leo Messi en el juego del equipo. Me tacharán de loca porque el argentino, que acortó distancias con un magistral lanzamiento de falta, ha iniciado la temporada arrollando las porterías rivales... Marca goles, sí, pero su participación en las tareas defensivas y en el juego colectivo sin balón está dejando mucho que desear. No sé si es falta de preparación física a estas alturas de temporada, si es porque Vilanova le exime de defender o si no se siente cómodo en el campo por algún motivo, pero el caso es que participa mucho menos en las triangulaciones y pide el balón al pie. Su juego es demasiado previsible y, cada vez que interviene, o tiene que sortear diez rivales o se le anticipan con facilidad.

Por el contrario, a pesar de la derrota (no nos engañemos: esta Supercopa no vale ni más ni menos que las tres anteriores que ganó este equipo; se le da importancia y relevancia porque es ante el eterno rival), hay varios aspectos para la esperanza. En primer lugar, el papel de Montoya: el chaval cumplió a la perfección, incluso tuvo la oportunidad de marcar al final, pero su disparo fue demasiado inocente. En segundo lugar, la reacción desde el banquillo: Vilanova es un tipo con personalidad al que no le tiembla el pulso a la hora sentar al que no está bien (Cesc ni calentó) y dar la oportunidad a quien él cree que se lo merece (caso de Tello). La mano del técnico se notó en los cambios y en no renunciar al estilo pese a jugar con uno menos (aunque yo hubiera sacado a Villa, por experiencia y por el pánico que hubiera cundido en la grada ante el Guaje). Por último, por fin parece que tenemos sustituto de garantías para Busquets: debutó Song y lo hizo sin amilanarse, dando velocidad al balón y jugando al primer toque.

En definitiva: primera derrota y primer título que se esfuma. Lo peor es que se dejó pasar la oportunidad de dar una estocada mortal al eterno rival, a cinco puntos en la Liga y sumido en la primera crisis de la temporada. Lo mejor es que en el fútbol siempre hay revancha y, a buen seguro, nuestros caminos se volverán a cruzar. De los jugadores depende aprender de los errores y mejorar. Esto es sólo el principio.

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