La del sábado tenía que ser la noche de Messi.
El argentino estrenaba, exultante, Bota de Oro (que ofreció al Camp Nou en los
prolegómenos del encuentro) y, lo que es más importante: su paternidad. Su
anhelado primogénito, Thiago Messi, había venido al mundo en la tarde del
viernes, sobre las 17:15 horas. Esta vez no resultó, como en otras tantas
ocasiones, una falsa alarma: todo estaba tan programado que su novia,
Antonella, había ingresado en esa misma mañana y la criatura nació a las pocas
horas. Era el guion perfecto para que Leo lo cerrara con una actuación
antológica, de esas que se recuerdan siempre.
Había tantas ganas en el ambiente que se
consiguió el efecto contrario: Messi no sólo no marcó, sino que sucumbió a la
ansiedad, se obcecó en determinadas ocasiones y hasta a punto estuvo al final
de lesionarse. Al crack argentino le pudieron las ganas, e incluso falló en lo
que suele destacar: la velocidad de definición. Javi Varas (otra vez Javi
Varas) se interpuso una y otra vez en su camino hacia el gol: el guardameta
sevillano no entró a ninguno de sus amagos, se mostró bien posicionado en sus
dos intentos de vaselina y volvió a mostrar sus reflejos en sus lanzamientos a
bocajarro.
Tuvo que ser un ex compañero del portero
celtiña, Adriano, el que acabara con su imbatibilidad, gracias a un centro de
Pedro. El brasileño, comodín donde los haya (creo que en su carrera habrá
jugado de todo), se lesionó poco después, por lo que agrava los problemas de
Tito Vilanova para configurar la defensa ante el Celtic de Glasgow el
miércoles. Por fortuna, Piqué ha recibido ya el alta médica, pero la zaga sigue
escasa de efectivos y el técnico culé se ve obligado, partido sí, partido
también, a improvisar una diferente.
Es precisamente la falta de aclimatación de la
defensa una de las claves de la cantidad de goles que viene encajando Víctor
Valdés. Para que el Barça funcione con su engranaje habitual, cada pieza ha de
realizar su función a la perfección. Sin embargo, la falta de continuidad en
los hombres que actúan en la línea de atrás genera dudas, fallos de posición,
que en ocasiones resultan letales. Así fue como llegó el tanto del empate del
Celta, obra de Mario Bermejo, que culminó una contra perfecta del conjunto
gallego.
Casi sin tiempo para respirar, David Villa, que
volvía a salir de titular, aprovechó de nuevo sus minutos para anotar el
segundo gol. El Guaje fue el auténtico protagonista del choque, un
"invitado" inesperado a la fiesta de Messi, ya que generó la jugada
del segundo con un taconazo a Iniesta (que acabó rematando él mismo) y
propició, con otra asistencia de tacón, el tercero, de Jordi Alba, en claro
fuera de juego. El 3-1 sentenciaba el encuentro y sitúa al Barça de Tito
Vilanova como el equipo con el mejor arranque de la historia del club, con 28
puntos de 30 posibles. Un auténtico hito que pulveriza este equipo, que sigue
sediento de títulos. Ostenta, además, el liderato en solitario, gracias a la
derrota del Atleti en Valencia.
El miércoles, de conseguir la victoria, el Barça
lograría el pase a octavos de final de la UEFA Champions League, lo que
permitiría centrarse prácticamente en exclusiva en la competición liguera hasta
febrero y dosificar a los hombres que más minutos están acaparando por las
lesiones de sus compañeros, como Mascherano o Busquets. El conjunto escocés es
peligroso en su estadio, pero los hombres de Vilanova han demostrado que son
capaces de superar los obstáculos más difíciles.
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