Cuando se gana de la manera que se ha ganado en
el Ciudad de Valencia, los titulares, las ideas, las palabras vienen solos. El
F.C. Barcelona pone la directa (y de qué manera) tanto en Liga como en
Champions (he estado muy atareada esta semana y me ha sido imposible valorar la
importante victoria en Moscú, que deja al equipo clasificado para los octavos
de la máxima competición continental, a falta de una jornada, como primero de
grupo). Desde mi punto de vista, lo de hoy es, si cabe, un paso más hacia la excelencia
que se busca continuamente en este club desde hace unos años. Por varios
motivos.
Partidazo (una vez más) de
Messi, por supuesto, cada vez más cerca del torpedo Müller. Se merece el bueno
de Leo no el Balón de Oro, sino un premio creado especialmente a su medida.
Pero tiene en su compañero de equipo, Andrés Iniesta, un serio competidor. El
crack de Fuentealbilla firmó su partido más completo de la temporada, con tres
asistencias y un gol. El hombre del encuentro, sin lugar a dudas, con permiso
de Messi, que lleva ocho dobletes y un hat-trick en lo que llevamos de año.
Pero si hay algo por lo que el
partido va a pasar a la historia, además de por los once puntos de ventaja
(¡once!) y de conseguir el mejor arranque liguero, es por un dato que se
produjo con la lesión de Dani Alves: la entrada de Montoya, anecdótica en
cualquier otro partido, completaba un once (¡once!) totalmente formado en La
Masía. El sueño de Pep, el de todos los culés, se hacía realidad: el equipo
jugó con once chavales (¡once!) de la casa, todos luchando como jabatos, desde
Valdés (otro que cuajó un encuentro sensacional, deteniendo hasta un penalty a
Barkero) hasta el mejor del mundo, Leo Messi. Línea por línea, puesto por
puesto, once canteranos (¡once!) sintiendo ese escudo legendario. Otro motivo
de orgullo, además del estilo implantado desde hace varias décadas en este
club, irrenunciable cuando se gana y, sobre todo, cuando se pierde.
Hablando de penas máximas en
contra, el líder lleva sólo una a favor y tres en contra. En cambio, el equipo
de Mou, ese que cuando pierde se queja de todo menos de su planteamiento, lleva
casi veinte meses sin ver cómo le tiran uno a Casillas. Por si fuera poco, su
pichichi, si le quitamos los cinco que lleva desde los once metros (¡once!), no
llegaría ni a la mitad de los de Messi. Debería mirar más las actuaciones
arbitrales antes de hablar ese portugués que ayer sacó su recital de
lloriqueos: afición, portavoz, jugadores, árbitro y calendario. Sólo le faltó
el "dopaje", pero para eso demanda alguien que no le haga quedar como
el "malo" de la película en su club.
Jornada histórica. Como
sevillana, me enorgullece también que nuestro eterno rival se marche de mi
tierra sin seis puntos: los que perdió en el Pizjuán y los de ayer. Hay un
refrán por aquí que lo ilustra perfectamente: "Quien fue a Sevilla,
perdió... La Liga".